“Dios no tiene origen”, decía Novaciano, y es precisamente este concepto de carencia de origen el que distingue a Aquél que es Dios, de todo lo que no sea Dios.
"Origen" es una palabra que sólo se puede aplicar a las cosas creadas. Cuando pensamos en algo que tiene origen, no estamos pensando en Dios. Dios tiene existencia en sí mismo, mientras que todas las cosas creadas se originaron necesariamente en algún lugar, y en algún momento.
Aparte de Dios, no hay ser alguno que haya sido su propia causa. El niño, con su pregunta "¿De dónde vino Dios?", está reconociendo sin quererlo que es una criatura. El concepto de causa, fuente y origen ya está fijado en su mente. Sabe que todo cuanto le rodea vino de algo distinto a sí mismo, y todo lo que hace es extender ese concepto hacia arriba, hacia Dios. El pequeño filósofo está pensando en un verdadero idioma de criatura y, si tenemos en cuenta su falta de información fundamental, está razonando de manera correcta. Se le debe decir que Dios no tiene origen, y lo va a encontrar difícil de captar, puesto que esto introduce una categoría con la que no está familiarizado en absoluto, y contradice la tendencia hacia la búsqueda de los orígenes que se halla tan profundamente implantada en todos los seres inteligentes; una tendencia que los impulsa a buscar cada vez más atrás, hacia unos comienzos aún no descubiertos.