Por Charles Haddon Spurgeon
Este Salmo puede ser considerado como el Salmo prefacio, puesto que en él hay una idea del contenido de todo el libro. El deseo del Salmista es enseñarnos el camino a la bienaventuranza y advertirnos de la destrucción segura de los pecadores. Éste es, pues, el asunto del primer Salmo, que puede ser considerado, en ciertos aspectos, como el texto sobre el cual el conjunto de los Salmos forma un sermón divino. (C. H. S.).
El Salmista dice más, y de modo apropiado, sobre la verdadera felicidad, en este corto Salmo, que ninguno de los filósofos, o que todos ellos juntos; éstos no hacen más que andarse por las ramas; Dios va certeramente al punto y dice lo esencial. (John Trapp).
Verso 1.-
“BIENAVENTURADO
el varón que no anduvo en consejo de malos,
Ni estuvo en camino de pecadores,
Ni en silla de escarnecedores se ha sentado”.
Bienaventurado. ¡Obsérvese cómo este Libro de los Salmos empieza con una bendición, lo mismo que el famoso Sermón de nuestro Señor en el monte.
La palabra traducida como «bienaventurado» es una palabra muy expresiva. En el original es plural, y es una cuestión discutida si se trata de un adjetivo o de un sustantivo. De ahí podemos colegir la multiplicidad de las bendiciones que reposan sobre el hombre, a quien Dios ha justificado, y la perfección y grandeza de las bendiciones de que gozará.
El varón que no anduvo en consejo de malos. Este hombre sigue el consejo prudente, y anda en los mandamientos del Señor, su Dios. Para él los caminos de la piedad son caminos de paz y bienandanza. Sus pisadas son ordenadas por la Palabra de Dios y no por la astucia y argucias del hombre carnal. Es una señal cierta de gracia interior el hecho de que el modo de andar ha cambiado y que la impiedad es apartada de nuestras acciones. (C.H.S).
La palabra haish es enfática este hombre; uno entre mil que vive para el cumplimiento del fin para el cual Dios le ha creado. (Adam Clarke).
Ni estuvo en camino de pecadores. El pecador tiene un camino o modo particular de transgredir; el uno es un borracho, el otro es poco honrado o de mala fe, el otro impuro. Hay pocos que se entreguen a toda clase de vicios. Hay muchos avaros que aborrecen la embriaguez, y muchos borrachos que aborrecen la avaricia; y así respecto a otras cosas. Cada uno tiene su pecado dominante; por lo tanto, como dice el profeta: «Deje el impío su camino» (Isaías 55:7). Ahora bien, bienaventurado el que no anda por un camino semejante. (Adam Clarke).
Ni en silla de escarnecedores se ha sentado. Que los demás se mofen del pecado, de la eternidad, del infierno y del cielo y del Dios eterno; este hombre conoce una filosofía mejor que la de los infieles y tiene un sentido demasiado claro de la presencia de Dios para permitir que su nombre sea blasfemado.
Cuando los hombres viven en el pecado, van de mal en peor. Al comienzo andan meramente en el consejo de los descuidados e impíos, que no se preocupan de Dios.
El mal es más bien de carácter práctico que habitual, pero después de esto se habitúan al mal y andan en el camino de los pecadores declarados que voluntariamente quebrantan los mandamientos de Dios; y si se les deja solos, van un paso adelante y se vuelven maestros y tentadores deplorables respecto a los demás, y con ello se sientan en la silla de los escarnecedores. Se han graduado en el vicio, y como verdaderos doctores de condenación, se les ha concedido el título, y los demás les consideran como maestros en Belial. Pero el hombre bienaventurado, el hombre que posee todas las bendiciones de Dios, no puede tener contacto con personajes de esta clase, Se mantiene puro y libre de estos leprosos; aparta las maldades de él como vestidos manchados por la carne; sale de entre los perversos y se va fuera del campamento llevando el reproche de Cristo. ¡Oh, si pudiéramos tener gracia para mantenernos separados así de los pecadores! (C. H. S.).
Verso 2.
Antes en la ley de Jehová está su delicia,
Y en su ley medita de día y de noche.
Sino que en la ley de Jehová. «La ley de Jehová» es el pan diario del creyente verdadero. Y, con todo, en el día de David, ¡qué reducida era la cantidad de inspiración, porque apenas había nada más que los cinco primeros libros de Moisés! ¡Cuánto más, pues, deberíamos alabar toda la Palabra escrita que tenemos el privilegio de poseer en nuestras casas! Pero, ¡hay!, qué trato tan pobre damos a este ángel del cielo. No somos como los escudriñadores de Berea en cuanto a las Escrituras. ¡Cuán pocos hay entre nosotros que pueden reclamar la bendición de este texto! (C. H. S.).
La «voluntad» a la que se alude aquí, es el deleite del corazón, y el placer cierto en la ley, que no mira a lo que la ley promete, ni a lo que amenaza, sino sólo a esto: que «la ley es santa, justa y buena». De ahí que no sólo es amor a la ley, sino que es un deleitarse amoroso en la ley que ni la prosperidad, ni la adversidad, ni el mundo, ni el príncipe del mundo pueden quitar o destruir; porque se abre camino victoriosamente en medio de la pobreza, la mala fama, la cruz, la muerte y el infierno, y en medio de las adversidades es cuando brilla más. (Martín Lutero).
Y en su ley medita de día y de noche. En este versículo tan sencillo hay todo un mundo de santidad y espiritualidad; y si en oración y dependencia de Dios nos sentamos y lo estudiamos, podremos contemplar mucho más de lo que se nos presenta a la vista. Es posible que cuando leamos o miremos veamos poco o nada; el siervo de Elías fue a mirar una vez y no vio nada; por lo que se le dio la orden de ir a mirar siete veces. «¿Qué ves ahora?», le preguntó el profeta… «Veo una nube que asciende, como la palma de la mano», y, antes de poco, toda la superficie de los cielos se hallaba cubierta de nubes. Igualmente es posible que eches una mirada a la ligera sobre un pasaje y no veas nada; medita sobre él con frecuencia; pronto verás luz, como la luz del sol. (Jos. Carvil).
«La boca de los justos meditará sabiduría.» Por ello Agustín tiene en su traducción «charlar»; lo cual es una hermosa metáfora, puesto que indica un conversar constante, familiar, con la ley del Señor, que es aquello en que debería ocuparse el hombre, porque el hablar es peculiar del hombre. (Martin Lutero).
El hombre piadoso lee la Palabra de día para que, viendo los demás sus buenas obras, puedan glorificar a su Padre que está en los cielos; lo hará de noche para no ser visto de los hombres; de día, para mostrar que no es uno de los que temen la luz; de noche, para mostrar que es uno de los que pueden brillar en la sombra; de día, porque es la hora de obrar, y así obra mientras es de día; de noche, para que su Señor no venga, como ladrón en la noche, y le encuentre ocioso. (Richard Baker).
No tengo descanso, como no sea en compañía del libro. (Thos. A Kemps.).
Verso 3.
Y será como el árbol
plantado junto á arroyos de aguas,
Que da su fruto en su tiempo,
Y su hoja no cae;
Y todo lo que hace, prosperará.
Será como árbol plantado. No un árbol silvestre, sino «un árbol plantado», escogido, considerado como propiedad, cultivado y protegido de ser desarraigado, porque «toda planta que no ha plantado mi Padre celestial, será desarraigada».
Junto a corrientes de aguas. De modo que incluso si falla una corriente, hay otra disponible. Los ríos del perdón y los ríos de la gracia, los ríos de la promesa y los ríos de la comunión con Cristo, son fuentes de provisiones que no fallan nunca.
Que da su fruto a su tiempo. El hombre que se deleita en la Palabra de Dios, recibe instrucción de ella, dispone de paciencia en la hora del sufrimiento, fe en la de la prueba y gozo santo en la hora de la prosperidad. El dar fruto es una calidad esencial del hombre que posee gracia, y su fruto será en sazón. (C. H. S.).
Los impíos tienen sus días marcados, sus ocasiones, sus obras y sus lugares determinados, a los cuales se adhieren estrechamente; de modo que si su vecino muriera de hambre, no por ello se apartarían de su costumbre. Pero el hombre bienaventurado, siendo libre en todos los momentos, en todos los lugares, para todas las obras y para todas las personas, acude a servir y ayudar siempre que haya una necesidad.
Y su hoja no cae. Describe antes el fruto que la hoja, y, por ello, se intima al que profesa la palabra de doctrina que dé primero los frutos de vida si no quiere que su fruto se marchite, porque Cristo maldijo la higuera que no daba fruto. (Martín Lutero).
Y todo lo que hace, prosperará. Así como hay una maldición envuelta en la prosperidad del malvado, hay también una bendición escondida en las cruces, pérdidas y aflicciones del justo. Las pruebas y tribulaciones del santo pertenecen a la administración divina, y por medio de ellas crece y da fruto en abundancia. (C. H. S.).
La prosperidad externa, si sigue al hecho de andar con Dios, es muy dulce; como el cero, que cuando sigue a un dígito aumenta el valor del número, aunque él mismo, en sí, no es nada. (John Trapp).
Verso 4.
No así los malos:
Sino como el tamo
que arrebata el viento.
No así los malos. Nota el uso de la palabra «malos» o impíos, porque, como hemos visto al comienzo del Salmo, éstos son los principiantes en el mal y son los pecadores que ofenden menos. Éstos son los que prescinden de Dios, aunque continúan sin alterarse en su moralidad. Si éste es su triste estado, ¿cuál será la condición de los pecadores francos y declarados, los infieles y reprobados? (C. H. S.).
Que son como el tamo. Éste es su carácter: intrínsecamente sin valor, muertos, inútiles, sin sustancia y llevados por el viento. (C. H. S.).
Que arrebata el viento. Aquí vemos su destino y condenación: la muerte los arrebatará con sus ráfagas terribles de fuego, en el cual serán totalmente consumidos. (C. H. S.).
Aquí, de paso, podemos ver que los malos tienen algo de que dar gracias, sin que lo sepan; que pueden agradecer a los piadosos por los días buenos que viven en la tierra, puesto que es por ellos y no por sí mismos que gozan de lo que gozan. Porque como el tamo, en tanto que está unido al trigo, goza de algunos privilegios por causa del trigo, puesto cuidadosamente en el granero, pero tan pronto como es ido y separado del trigo es echado y desparramado por el viento, así los malos, en tanto que se hallan en compañía de los buenos, en medio de ellos, participan por su causa de algunas de las bendiciones prometidas a los buenos; pero si los buenos los abandonan o son apartados de ellos, entonces cae sobre ellos como un diluvio de fuego, como ocurrió a Sodoma cuando Lot la abandonó y se fue de la ciudad. (Sir Richard Baker).
Verso 5.
Por tanto no se levantarán
los malos en el juicio,
Ni los pecadores
en la congregación de los justos.
Por tanto, no se erguirán en la congregación de los justos. Toda la iglesia tiene un demonio en ella. La cizaña crece en los mismos surcos que el trigo. No hay ninguna era que haya sido limpiada del todo del tamo. Los pecadores se mezclan con los santos, y la escoria con el oro. Los preciosos diamantes de Dios se hallan todavía en el mismo terreno que los guijarros.
Los pecadores no pueden vivir en el cielo. Estarían fuera de su elemento. Sería más fácil para un pez vivir encaramado en un árbol que para un malvado vivir en el Paraíso. (C. H. S.).
Verso 6.
Porque Jehová
conoce el camino de los justos;
Mas la senda de los malos perecerá.
Porque Jehová conoce el camino de los justos, o como el hebreo aún de modo más pleno: «El Señor es conocedor del camino de los justos.» Él está observando constantemente su camino, y aunque el camino pueda pasar por entre la niebla y la oscuridad, todo, el Señor lo conoce.
Más la senda de los malos conduce a la perdición. No sólo van perecer ellos mismos, sino que también perecerá su camino. El justo: cincela su nombre en la roca, pero el malo escribe su recuerdo sobre la arena. (C. H. S).
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