La obediencia es irreemplazable. No se puede compensar 1 gramo de falta de obediencia a Dios con 1.000 toneladas de cualquier otra cosa.
Cuando obedecemos estamos dejando de lado nuestra voluntad y abrazamos la de Dios. Eso es un proceso de muerte... Y es necesario. El camino de la obediencia es un camino de sangre. Es un camino de muerte... Pero Jesús lo recorrió primero y lo vuelve a recorrer con los que día a día lo transitan paso a paso.
Es que la obediencia no se compra ni se vende... Se aprende. ¿Y cómo se aprende? Padeciendo... Muriendo a mis deseos, a mis planes, a mis proyectos, a mis sueños... Para abrazar los de Dios. Para abrazar Su Buena, Agradable y Perfecta Voluntad.
Dice HEBREOS 5:8:
"Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia".
No se aprende a obedecer a Dios hasta que nos duele. En realidad, cuando nos duele el obedecer es cuando nos damos cuenta que estamos vivos... Y debemos morir.
Dios nos conceda el abrazar Su Voluntad, hallar el Deleite de Su Voluntad y el permanecer en ella. Amén.-
0 comentarios:
Publicar un comentario