Cuando alguien te dice “QUE DIOS TE BENDIGA” no sólo está deseando lo
mejor para ti, sino que también está actuando en favor tuyo.
Cuando bendices a alguien, también atraes el favor de Dios hacia tí. El efecto de la Bendición es multiplicador, ya que es dado por Dios a
sus Hijos.
La bendición invoca el apoyo activo de Dios para el bienestar de la
persona. Habla del agradecimiento, implica salud,
provisión y felicidad en la persona que recibe buenos deseos de nuestra parte.
La bendición comienza en el hogar, en las
relaciones de padres e hijos. Los niños que reciben el regalo de la bendición
de parte de sus padres, tienen un buen comienzo espiritual y emocional en la
vida. Reciben un firme fundamento de amor y aceptación.
Este principio también se aplica a la íntima
relación de pareja. Las amistades se profundizan y fortalecen, la hermandad de
la Iglesia se incrementa, trayendo compañerismo, sanidad y esperanza a muchos
que nunca han recibido una palabra de bendición.
El poder de la vida y la muerte está en la Palabra (Proverbios 18:21).
Al bendecir, se otorga vida, no sólo al que recibe la bendición, sino
también al que la imparte. Por eso, hoy te bendigo
, mi bendición va especialmente para ti, donde sea que te encuentres, porque al
bendecirte de todo corazón, se activa la bendición de Dios también para a mí.
Por esto, repartamos bendiciones donde vayamos,
no sólo de palabras, sino de hechos. Ellas volverán a nosotros, cuando menos lo
esperemos. En realidad, la persona que
vive en la presencia de Dios, amándole y obedeciéndole, goza de la bendición
divina siempre.
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