Bienvenidos a Hijos Obedientes

“Como hijos obedientes, no vivan conforme a los deseos que tenían antes de conocer a Dios. Al contrario, vivan de una manera completamente santa, porque Dios, que los llamó, es santo; pues la Escritura dice: "Sean ustedes santos, porque yo soy santo".

1 Pedro 1:14-16.-


miércoles, 28 de diciembre de 2011

El Gozo de Dios en Su Hijo: Fervor Inimaginable.-

Es imposible exagerar la grandeza del afecto paternal que Dios tiene hacia su Hijo unigénito. Podemos observar este afecto ilimitado detrás de la lógica de Romanos 8.32 que expresa: «El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas?». El punto clave de este precioso versículo es que si Dios estuvo dispuesto a hacer la cosa más difícil de todas por nosotros (entregar a su Hijo amado al sufrimiento y a la muerte), con seguridad aquello que también parece arduo (derramar sobre los cristianos todas las bendiciones que pudieran existir en el cielo) no es en realidad tan difícil para Dios.
Lo que da sentido a este versículo es la inmensidad del afecto que Dios siente hacia el Hijo. La presunción de Pablo es que el «no escatimar a su propio Hijo» fue lo más inimaginablemente difícil que Dios tuvo que hacer." Jesús es, como Pablo lo describe con sencillez en Colosenses 1.13, «su amado Hijo».


Si alguna vez ha habido alguna pasión en el corazón de Dios es la pasión por su Hijo. Una vez A.W Tozer dijo: «Dios nunca cambia de humor, ni enfría sus sentimientos, ni tampoco pierde entusiasmo» Si existe algún verdadero entusiasmo en Dios es el entusiasmo que Él tiene por el Hijo. Nunca cambiará. Nunca se enfriará. Arde con un celo y fervor imposibles de imaginar. Por consiguiente, afirmo junto con Jonathan Edwards: «La felicidad infinita del Padre consiste en gozarse en su Hijo»." Por eso, cuando decimos que Dios ama a su Hijo, no nos referimos a un amor abnegado, hecho de sacrificios o compasivo. Hablamos de un amor que se deleita y disfruta.

Dios no deja de compadecerse de aquellos que no lo merecen mientras ama a su Hijo. Esa es la forma en la que Dios nos ama, pero no en la que ama a su Hijo. Él se siente muy complacido con su Hijo. ¡Su alma se deleita en el Hijo! Dios disfruta, admira, se enternece, se deleita y se goza al ver a su Hijo. El primer gran deleite de Dios es su deleite en el Hijo.

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