Entrar en el Gozo de Dios.
Adaptación de J. Piper.
Entrar en el Gozo de Dios.
Existe una hermosa frase en 1 Timoteo 1:11 oculta bajo la superficie conocida de las palabras más renombradas de la Biblia. Antes de profundizar en ella, suena así: “según el glorioso evangelio del Dios bendito, que me ha sido encomendado”.
Algunas versiones como en el caso de la RVR60 consideran la frase "de la gloria de Dios" como un adjetivo y la traducen de la siguiente manera: "el glorioso evangelio del Dios bendito". Sin embargo, esto no es necesario ya que estas mismas versiones traducen una frase similar que se encuentra en 2 Corintios 4.4 como "el evangelio de la gloria de Cristo" y no como "el glorioso evangelio de Cristo". Estoy de acuerdo con Henry Alford cuando dice que todas las versiones deberían seguir el principio literal que aplican en 2 Corintios 4.4 en 1 Timoteo 1.11. "Todo el decoro y la belleza que tiene esta expresión (1 Timoteo 1:11) se destruye como consecuencia de esta traducción adjetivada. El evangelio son "las alegres buenas nuevas de la gloria de Dios" y lo mismo con respecto a Cristo en 2 Corintios 4.4, dado que él nos revela a Dios en toda su gloria". Henry Alford. The Greek Testament [El testamento griego], 3 (Chicago: Moody Press, 1985), 307.
Sin embargo, una vez que se analiza más en detalle, suena así: «Las buenas nuevas de la gloria del Dios feliz».
Gran parte de la gloria de Dios es su felicidad.
Para el apóstol Pablo era inconcebible que Dios pudiera estar privado de gozo infinito y aun así seguir siendo glorioso. Porque ser infinitamente glorioso era un ser infinitamente feliz. Utiliza la frase: «la gloria del Dios feliz», ya que para Dios constituye algo glorioso ser feliz como Él lo es. La gloria de Dios consiste en gran parte en que él es feliz como jamás podríamos imaginar.
Como dijo el gran predicador del siglo XVIII, Jonathan Edwards: «La alegría de Dios es parte de la plenitud que él nos comunica. Esta alegría consiste en gozarse y regocijarse en él mismo. La alegría de la creación reside también en eso».
La verdad de que Dios se encuentra infinitamente feliz en la comunión con la Trinidad se muestra como el sustento en cuanto a que nuestra felicidad debe estar siempre en crecimiento, ya que Dios nos garantiza el privilegio indecible de disfrutar de Dios con el mismo gozo de Dios.
Este es el evangelio: «El evangelio de la gloria del Dios feliz».
La gloriosa felicidad de Dios es una buena noticia. Nadie quisiera pasar la eternidad con un Dios triste. Si Dios es triste entonces la meta del evangelio no es una meta feliz, y eso significa que bajo ninguna circunstancia sería evangelio. Sin embargo, de hecho, Jesús nos invita a pasar la eternidad con un Dios feliz al decir:
«¡Ven a compartir la felicidad de tu Señor!» Mateo 25:23.
Jesús vivió y murió para que su gozo, el gozo de Dios, estuviera en nosotros y para que nuestra alegría fuera completa. Juan 15:11; 17:13. Por eso el evangelio es «el evangelio de la gloria del Dios feliz».
Lo que intento mostrar es que la alegría de Dios es, en primer lugar y mayormente, la alegría que él tiene en su Hijo.
Así que cuando compartimos la alegría de Dios, compartimos el mismo deleite que el Padre tiene en el Hijo. Por esta razón es que el Hijo nos dio a conocer al Padre.
Al final de su gran oración en Juan 17:26, le dijo a su Padre: «Yo les he dado a conocer quién eres, y seguiré haciéndolo, para que el amor con que me has amado esté en ellos, y yo mismo esté en ellos». Jesús dio a conocer a Dios para que el deleite de Dios en su Hijo estuviera en nosotros y para que de ese modo pudiera ser nuestro deleite.
¡¡¡Imaginemos lo que será poder disfrutar con una energía sin límites y con una pasión eterna de lo más placentero que existe!!! Ésa no es nuestra experiencia actual.
Hay tres cosas que se interponen en el camino de nuestra plena satisfacción en este mundo:
1.- Una de ellas es que nada posee un valor personal suficientemente grande como para satisfacer los anhelos más profundos de nuestro corazón.
2.- Otra, es que carecemos de la fuerza para disfrutar al máximo de los mejores tesoros.
3.- Y el tercer obstáculo que impide la satisfacción plena es que nuestras alegrías aquí son temporales. Nada es eterno.
Sin embargo, todo esto cambiará cuando la meta de Jesús en Juan 17.26 se vuelva realidad.
Si el deleite de Dios en su Hijo se convierte en nuestro deleite, entonces Jesús, el objeto de nuestro deleite, tendrá para nosotros un valor personal inagotable. Nunca causará aburrimiento, desilusión o frustración.
No podemos concebir un tesoro más grande que el Hijo de Dios.
Más aún, nuestra habilidad para disfrutar de ese tesoro inagotable no se verá limitada por la debilidad humana. Disfrutaremos del Hijo de Dios con el mismo disfrute de su Padre. El deleite de Dios en su Hijo estará en nosotros y será nuestro. ¡¡¡Y eso nunca va a terminar, porque ni el Padre ni el Hijo tienen fin!!! El amor que existe entre ellos se convertirá en nuestro amor por ellos y así nuestro amor por ellos nunca dejará de ser.
1 comentarios:
Amén, hermoso mensaje, Dios les bendiga grandemente, les saludo desde El Salvador Centroamerica, les comparto mi testimonio de sanidad para la gloria de Dios en mi blog www.creeenjesusyserassalvo.blogspot.com
Publicar un comentario