Bienvenidos a Hijos Obedientes

“Como hijos obedientes, no vivan conforme a los deseos que tenían antes de conocer a Dios. Al contrario, vivan de una manera completamente santa, porque Dios, que los llamó, es santo; pues la Escritura dice: "Sean ustedes santos, porque yo soy santo".

1 Pedro 1:14-16.-


jueves, 10 de marzo de 2011

Amar a Dios con toda la Mente

“…y renovaos en el espíritu de vuestra mente”. Efesios 4:23.

En una ocasión oí hablar de una sencilla prueba para determinar qué es aquello que realmente yo amo más en la vida. Era algo así:

.- Cuando tengo un momento libre, ¿en qué pienso más?
.- ¿Cuál es mi último pensamiento antes de quedarme dormido por la noche?
.- ¿Cuál es mi primer pensamiento cuando me despierto por la mañana?

Por supuesto, nuestros pensamientos pasan por todo un laberinto de recuerdos, impresiones y fantasías, la galería de imágenes de la mente, con kilómetros de paredes y un número incontable de fotografías. Algunas de las imágenes son claras y distintas, mientras que otras son borrosas y están a medio revelar; son poco más que una vaga o turbia imagen. Hay algunas de esas imágenes de las que apenas nos hemos dado cuenta, o en las que apenas hemos pensado durante años; en cambio hay otras a las que volvemos una y otra vez. Entre esas imágenes pueden estar la casa de nuestros sueños, los rostros de nuestros héroes del deporte o del espectáculo, los esquemas de unos planes para el futuro... o imágenes impúdicas y pornográficas con las que nos hemos encontrado a lo largo de los años.
Dios las ve todas, sabe con exactitud en cuáles nos deleitamos y se siente celoso ante esos pensamientos nuestros.
Él está muy consciente de cuáles son esas imágenes a las que volvemos una y otra vez, y dónde dejamos que se detenga nuestra atención.
El libro de Ezequiel nos da una imagen gráfica de esa conciencia constante que tiene Dios en cuanto a nuestros pensamientos más internos. En una de las asombrosas visiones del profeta, Dios lo transporta al templo de Jerusalén. Le dice que abra un hoyo en el muro del templo para que vea en qué están fijando la vista los ancianos de Israel en el secreto de su mente.


10 Entré, pues, y miré; y he aquí,había toda clase de reptiles y bestias y cosas abominables, y todos los ídolos de la casa de Israel estaban grabados en el muro por todo alrededor. 11 Y de pie frente a ellos, estaban setenta hombres de los ancianos de la casa de Israel, y Jaazanías, hijo de Safán, de pie entre ellos, cada uno con su incensario en la mano; y el aroma de la nube de incienso subía. 12 Me dijo entonces: Hijo de hombre, ¿has visto lo que hacen en la oscuridad los ancianos de la casa de Israel, cada uno en su cámara de imágenes grabadas? Porque ellos dicen: El SEÑOR no nos ve; el SEÑOR ha abandonado la tierra. (Ezequiel 8:10-12).

Pero el Señor sí veía todo aquello, ¿no es cierro? Y también lo veía su profeta. Y lo han visto también los millones y millones de personas que han leído este relato en las Escrituras.

“Los pecados secretos no existen”.

Una vez grabada una imagen en una de las paredes de nuestra mente, es sumamente difícil quitarla de allí. En especial si satisface los apetitos de la carne o de la mente.
La falacia de estas imágenes lujuriosas es que son engañosas; no tienen nada que ver con la vida real. Sus promesas de placer son vanas.
Cuando B. Gothard trabajaba con las pandillas en la ciudad de Chicago, se encontraba con jovencitas vestidas de manera provocativa que estaban teniendo
relaciones promiscuas con hombres jóvenes. Sin embargo, según él mismo describe, descubrió que no le podía describir lo que había visto a la gente que estaba orando por su ministerio. Hacerlo habría sido crear escenas de impureza en la mente de aquellos que leían sus circulares de oración. Las personas se podrían imaginar que algo era excitante o sensual, cuando lo que él había visto estaba lleno de fealdad y desesperación.
Lo mismo sucede con la pornografía. Aunque las imágenes prometan belleza o encanto, todo es una mentira. El olor de la muerte está aferrado a ellas.
Por esta razón, Salomón le advertía a su hijo:

«No codicies su hermosura en tu corazón, ni ella te prenda con sus ojos; porque a causa de la mujer ramera el hombre es reducido a un bocado de pan; y la mujer caza la preciosa alma del varón». Proverbios 6:25-26.

En otras palabras, la pornografía se lo come a uno vivo; lo va anulando hasta volverlo nada. El hecho es que, cuantos placeres nos imaginemos en nuestra mente que sean contrarios a la voluntad de Dios, son iniquidad, y fue por nuestras iniquidades por lo que murió Jesús en la cruz.
Bill Gothard ha hallado como un paso muy eficaz superponer la imagen de Jesús, brutalmente golpeado y chorreando sangre, sobre cuanta imagen tenga en la mente que no sea justa, mientras cita el texto bíblico:

«Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados» Isaías 53:5.

¿Cómo me puedo entretener con imágenes que causaron que mi Señor fuera herido, llagado y destrozado?

El siguiente paso de Bill Gothard es muy importante, y consiste en purificar la mente con las Escrituras, tal como nos indicó Jesús:

«Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado». Juan 15:3.

y «Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad». Juan 17:17.

Cuando nuestra mente haya sido purificada de la maldad y se haya llenado de la Palabra de Dios, podremos convertir en realidad la indicación que nos da Pablo:

«Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo». Filipenses 1:27.

También seremos capaces de disfrutar de la recompensa prometida en Filipenses 4:7:

«y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús».

La palabra que Jesús usó en el mandato de que amemos a Dios «con toda nuestra mente» (Marcos 12:30) es diánoia. Significa «pensamiento detenido, meditación». Comprende una reflexión moral basada en el conocimiento o la comprensión, y tiene una relación directa con la renovación de nuestra mente por medio del Espíritu Santo:

«No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta». Romanos 12:2.

Una paráfrasis de este versículo dice:

«No dejen que el mundo que los rodea los meta a la fuerza en su propio molde, sino permitan que Dios moldee de nuevo su mente desde dentro».

En vista de esto, hasta podríamos añadir una pregunta más a aquella prueba de tres preguntas con la que comenzamos:

¿Qué voy a permitir que moldee mi mente: las presiones exteriores del mundo, o el poder interior del Cristo que habita en mí?

Amar al Señor con toda mi mente significa que voy a llevar todo pensamiento y toda imaginación a la conformidad con las enseñanzas del Señor Jesucristo. La gracia que Dios nos da para que hagamos esto es una poderosa arma contra los ataques morales que sufre nuestra mente. Pablo afirma:

«Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas». 2 Corintios 10:4.

CUESTE LO QUE CUESTE.-
Ken sabía por experiencia propia lo poderosos que se pueden volver los apetitos de la mente. Desde los catorce años tenía ataques diarios de pensamientos lujuriosos, y probaba todo lo que conocía para vencerlos. Oraba, leía la Biblia, ayunaba y aprendía textos bíblicos de memoria, pero nada parecía funcionar por mucho tiempo.
Las batallas continuaron durante años, y Ken pensó: Seguramente después que me case ese problema va a desaparecer de mi vida y tendré la victoria. Sin embargo, el matrimonio no resolvió su problema. Se ha dicho que en ciertos sentidos, el matrimonio y su experiencia sexual hacen que la batalla con los pensamientos lujuriosos se vuelva más intensa.
Ken estudió el para ministerio y se hizo pastor, pero con frecuencia se sentía culpable por las batallas morales que perdía en su mente, voluntad y emociones. Un día en un seminario aprendió lo que era recuperar el «terreno» que había abandonado en manos de Satanás dentro de su alma.
No comprendía del todo los conceptos bíblicos que apoyaban aquello, pero durante las dos horas de camino de regreso a casa, decidió intentarlo.
Le pidió al Señor que le hiciera recordar todas y cada una de sus derrotas morales. Las fue confesando una por una, reclamando la sangre de Cristo para conseguir el perdón, y le pidió a Dios que le devolviera el terreno que él había abandonado al control de Satanás. Durante esta purificación personal, el Señor le recordó un suceso que se había producido siendo él de muy temprana edad, y durante el cual se había abierto a la impureza. Él confesó aquel pecado y después clamó al Señor con estas palabras: «¡Dios mío, dame la victoria, cueste lo que cueste!».
A partir de aquel día, Dios le dio victoria sobre su mente, su voluntad y sus emociones en el aspecto de la impureza moral. El «precio» consistió en comparecer delante de su iglesia para confesar que había estado viendo pornografía en Internet. Muchos pasaron al frente para asegurarle que lo perdonaban y darle las gracias por haber sido sincero, de manera que ellos pudieran seguir su ejemplo.
Hoy en día, Ken camina muy cerca del Señor. Su mente ha sido purificada por la sangre de Cristo y la Palabra de Dios, y tiene un profundo ministerio en la vida de otras personas.

Amar a Dios con toda nuestra mente significa sintonizar nuestros pensamientos con los suyos. Significa ver la vida tal como Él la ve. Contemplar las oportunidades tal como Él las contempla. Odiar el pecado tal como Él lo odia. Solo la Palabra de Dios, iluminada para nosotros por el Espíritu de Dios, puede realizar esto en nuestra mente.

Pablo le dijo a Timoteo que «toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra» (2 Timoteo 3: 16-17).

Una paráfrasis de este versículo habla de «reorientar la vida del hombre y adiestrarlo en una vida buenas". Ese es el efecto que tiene la Palabra de Dios en nuestra mente. Como una brújula interna, nos reorienta y nos vuelve hacia los resultados que Dios quiere ver en nuestra vida. Jesús dijo:

"Si me amáis, guardad mis mandamientos». Juan 14:15.

La palabra guardar significa «fijar delante de nuestros ojos y disponerse a usarlos». Lo explica la expresión de los marinos, que dicen que «guardan las estrellas», lo cual significa que guardan su curso por medio de las estrellas de la bóveda celeste. Dios nos ha hecho una maravillosa promesa si hacemos esto.

«El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él". Juan 14:21.

Cuando comenzamos a honrar y obedecer los mandatos de Cristo, y a mantenerlos en prioridad dentro de nuestros pensamientos, estamos alejando nuestra vida de los bancos y arrecifes que nos podrían hundir, al mismo tiempo que tomamos un rumbo que nos va a deleitar mucho más allá de lo que nos podríamos imaginar.

PUNTOS PARA MEDITAR.-
¿Qué tal te fue en la prueba de las tres preguntas iniciales?
¿Qué paso te haría falta dar en tu vida para poner al Señor en primer lugar dentro de todos tus pensamientos?
Disponte a rendirle cuentas de tu vida a un cristiano maduro, preferentemente un líder.

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