Hay límites. Hay condiciones. Usted no puede servir a dos señores. No
puede servir a la luz y a las tinieblas, al pecado y a la justicia, al yo y a
Dios.
La luz está en usted, pero lo rodean las tinieblas. Nuestro mundo es un mundo en oscuridad. Nuestras mentes carnales siguen
siendo un teatro de las tinieblas. En un
mundo de opciones debemos optar por la luz. Por eso es que Jesús enseñó que debemos tener
determinación y ser de un solo propósito si deseamos llegar a ser hijos de luz
plenamente maduros. Él dijo:
“La
lámpara del cuerpo es el ojo; cuando tu ojo es bueno, también todo tu cuerpo
está lleno de luz; pero cuando tu ojo es maligno, también tu cuerpo está en
tinieblas”.
Lucas 11:34.-
Si su voluntad y su corazón están enfocados en Dios, su cuerpo está
lleno de luz, y está expresando con plenitud la gloria de Dios
en usted. Pero si es de doble ánimo, si está viviendo en pecado o consintiendo
pensamientos pecaminosos, su luz se disminuye proporcionalmente hasta que su
cuerpo se llena de tinieblas. Jesús continuó advirtiendo:
“Mira,
pues, no suceda que la luz que en ti hay, sea tinieblas”.
Lucas 11:35.-
Si usted no hace nada por su salvación, si no busca a Dios, o decide
desobedecerlo, está en oscuridad. No se
consuele con una esperanza carente de propósito de que algún día, y de alguna
manera, será mejor. ¡Ármese de determinación! Porque si la luz que hay en usted son tinieblas,
qué terrible serán las mismas tinieblas. Mi
querido hijo o hija de luz: ¡usted debe odiar las tinieblas! Porque ellas son
las sustancia del infierno; son el mundo sin Dios.
Pero nuestra esperanza es luz, no oscuridad. Sus
pies están andando la senda de los justos, que “como
la luz de la aurora va en aumento hasta que el día es perfecto”
(Proverbios 4:18).
“Así
que, si todo tu cuerpo está lleno de luz, no teniendo parte alguna de
tinieblas, será todo luminoso, como cuando una lámpara te alumbra con su
resplandor”.
Lucas 11:36.-
Este
versículo nos muestra un cuadro muy claro de la apariencia de la santidad en su
madurez: nuestros cuerpos son radiantes de gloria, así como cuando una lámpara
alumbra en su plenitud. ¡Qué tremenda esperanza que podamos ser
íntegramente iluminados con la presencia de Dios, que no haya “parte alguna de
tinieblas” en nosotros! Un
manto de luz y de gloria espera a los que son espiritualmente maduros, a los
Santos de Dios, un manto similar al que Jesús lució en el Monte de la
Transfiguración. Un esplendor no para la eternidad sino para lucirlo aquí “…en medio de una generación maligna… en medio de la cual
resplandecemos como luminares en el mundo” (Filipenses 2: 14-15).
“Porque en otro tiempo eráis tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad
como hijos de luz”
Efesios 5:8.-
Ahora usted es un hijo o hija de luz. Estas no
son solo figuras de retórica, o frases literarias. ¡La gloria de Dios está
en usted, y lo rodea y circunda! Esa es una realidad espiritual. ¿Pero qué de
las tinieblas que todavía hay en usted? Pablo continúa diciendo: “Y no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas,
sino mas bien, reprendedlas; porque vergonzoso es aún hablar de lo que ellos
hacen en secreto. Mas todas las cosas cuando son puestas en evidencia por la
luz, son hechas manifiestas; porque la luz es lo que manifiesta todo”. (Efesios
5:11-13).
No oculte sus tinieblas, expóngalas a la luz. No las excuse con simpatía;
confiéselas. Ódielas. Renuncie a ellas. Porque en la medida que las
tinieblas continúen ocultas, continuarán dominándolo. Pero cuando la oscuridad la exponemos a la luz, se
transforma en luz. Cuando usted toma sus pecados
secretos y con confianza los lleva al trono de la gracia de Dios en confesión,
él lo limpia de toda iniquidad (1 Juan
1:9). Si peca otra vez, arrepiéntase otra vez. Hágalo hasta que el
hábito del pecado se rompa en su vida.
Como los
buscadores de oro de tiempos pasados: reclame el derecho de propiedad de su
mina en el Reino de Dios, y esté listo a defender ese derecho sobre el “oro
puro” del cielo (Apocalipsis 3:18). Y cuando acampe frente al trono de la
gracia, algo eterno comenzará a brillar en usted como carbones encendidos en un
horno. Y al persistir con el todopoderoso, el fuego sacro de su presencia
consumirá la madera, el heno y la hojarasca de sus antiguos caminos.
Poder como el que Jesús tenía habitará en su ser interior. Los ángeles
se asombrarán porque su oro será refinado, sus vestidos serán luz, y su vida
será santa.
Este mensaje fue adaptado de un capitulo en el
libro del Pastor Francis La santidad, la verdad y la presencia de Dios –
publicado en español por Editorial Asociación Buena Semilla – Disponible a la
venta en Editorial “Arrow Publications Inc.”
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